“Barcelona es una ciudad y municipio de España, capital de la provincia homónima y de la comunidad autónoma de Cataluña. Con una población de 1.602.386 habitantes en 2014 es la segunda ciudad más poblada de España después de Madrid y […]”. Etcétera. Ésta es la Barcelona de Wikipedia que todo el mundo tiene al alcance, una definición estándar que arroja cantidad de datos. fríos datos.
Pero Barcelona es más que referencias y que estadísticas. Barcelona es una ciudad muy viva, fresca, vibrante y cambiante, una ciudad de la que cantidad de turistas se quedan prendados y vuelven a visitarla en cuanto pueden, porque tiene algo que atrapa. ¿El cosmopolitismo? Quizás. La Ciudad Condal ha sido puerto de bienvenida desde hace siglos y eso le ha forjado un carácter acogedor y dinámico, abierto a lo nuevo. ¿Su historia también actúa de imán? Sin duda. Barcelona tiene relatos “per donar i vendre”, como dicen los locales. Desde la antigua Barcino romana que aún se yergue al lado de la Catedral de Barcelona, a edificios renacentistas o novecentistas, o el Modernismo vibrante. Todas esas épocas se alzan ante la vista de los visitantes y de los que habitan para dar fe del paso del tiempo por la ciudad.
Pero hay un elemento que sin duda es el mayor atractivo de la ciudad. Siempre hay algo por descubrir. No importa de qué ámbito o en qué zona de la ciudad. Sea algo viejo o algo que justo está marcando tendencia, Barcelona tiene rincones de misterio para hacer las delicias de cada uno de nosotros. Por eso sin duda merece una visita. Porque si no te paseas por sus angostas y viejas callejuelas jamás vas a conocer la Plaça Sant Felip Neri, donde las paredes aún lucen las dentelladas de las bombas durante la guerra y donde un grupo de música internacional como Evanescence grabó un videoclip. Porque si no dejas que los pasos te lleven jamás vas a perderte en la pintoresca Ciutat Vella ni vas a dar con el mayor museo del mundo dedicado a la cultura del cannabis, sito en un precioso e imprescindible palacio modernista de nombre Palau Mornau y datación correspondiente al siglo XV. En él todo es imponente.
Imponente es la arquitectura, una combinación del paso de lo medieval a lo modernista en pleno corazón de Barcelona. Pero mucho más imponente y completa es la imagen que nos permite hacernos de la larga relación del hombre con la marihuana. No es un comentario superfluo. En este gran palacio hay cantidad de ilustraciones que reflejan esa cercana y añeja relación con el cannabis, del mismo modo que las paredes y sus exposiciones también hablan de los tiempos de prohibición tajante e incluso demonización de la planta de marihuana y de todo lo que tuviera que ver con ella. La existencia de un banco de semillas de marihuana entonces era impensable. Y, si era pensable, era proscrita. Lo que también recoge este templo de la marihuana en sus amplias salas es el idilio que los círculos artísticos han venido teniendo con la marihuana a lo largo del tiempo. Si los modernistas sentían predilección por la absenta, personajes de la talla de Victor Hugo, Alejandro Dumas, Honoré de Balzac o Charles Baudelaire se solían reunir entorno del hachís para liberar sus genios creativos allá en el siglo XIX, como también se documenta en el Palau Mornau. Y lo que se exhibe en este monumental museo del cannabis, al fin y al cabo, es la cultura del cannabis. Desde tiempos del Imperio Otomano hasta hoy la marihuana forma parte de la relación del ser humano con su entorno. Vale la pena descubrir este museo ni que sea por lo curioso de su parafernalia antigua. Aunque hay mucho más por descubrir
Lo mismo ocurre con la ciudad de Barcelona: tiene golpes escondidos. A veces algo añejo. A veces algo puntero. Pero siempre hay algo que va a hacer volar nuestra imaginación y que va a deleitar nuestros sentidos. Por eso Barcelona siempre merece una visita.