Ahora que faltan pocos meses para el estreno mundial de Inferno, la última obra de Dan Brown con Robert Langdon como protagonista, no debemos olvidarnos de los inicios de esta trilogía y de su obra más significativa, El Código Da Vinci.
La adaptación cinematográfica del bestseller “El Código da Vinci”, se estrenó en mayo de 2006 generando una gran expectación. Tanto en el libro como en la película se plantea una historia que intenta revelar los misterios de la religión a través de las obras de Leonardo Da Vinci.
Los defensores de la película consideran a Brown como una especie de descubridor, que revela al resto de la humanidad todas aquellas mentiras que la Iglesia ha ocultado durante toda su historia, como por ejemplo el papel que desempeña María Magdalena. Sin embargo, sus detractores, acusan a Brown de falsedad en torno a todos los mitos que cita en su obra, citando las inexactitudes geográficas e históricas. Sea como sea, esta obra no ha pasado inadvertida para nadie.
Sin embargo, parece ser que todo el mundo, tanto defensores como detractores de la obra, se olvidan de que es sólo una película basada en una novela, y como tal, contiene hechos fantasiosos que conducen la historia. No hay que creerse toda la historia tal cual la cuentan sino que debemos considerar la fantasía que una obra puede generar.
A pesar de esto, posteriormente muchos cardenales han declarado que uno de los hechos claves de la historia es auténtico: María Magdalena no era prostituta tal como nos cuenta la Biblia en sus Evangelios sino la mujer de Jesús.
Si nos adentramos en la obra cinematográfica, podemos ver que una vez más, existen numerosas incoherencias entre la película y la obra literaria previa. Y es que, cualquiera que haya visto una película basada en un libro se habrá dado cuenta de que la mayoría de los argumentos no se muestran. En este caso no iba a ser diferente.