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Turismo no convencional: la isla abandonada de Hashima

hashima

En la costa de Nagasaki encontramos un lugar de paisaje inhóspito. Se trata de una de las islas más famosas del mundo, la isla de Hashima, también llamada “Gunkanjima” o “barco de guerra”, debido a la silueta que la isla adquirió cuando fue amurallada para prevenir los envites del mar.

El paisaje que presenta esta isla es fascinante. Sorprende ver como lo que en su día fue una ciudad con vida en sus calles y en sus edificios hoy no es más que un montón de piedra de aspecto apocalíptico. Lo que en su día fue un lugar de bullicio y vida hoy no es más que naturaleza muerta, calles desiertas, edificios en ruinas y, sobre todo, un lugar de un silencio espectral.

Todo ello confieren a la isla de Hashima de una atmósfera especial, que propone un tipo de turismo alternativo para aquellos que busquen un nuevo tipo de experiencias.

La historia de la isla la hace aún más especial. El abandono de la isla no tuvo nada que ver con la guerra, ni siquiera con la proximidad a Nagasaki y la bomba atómica, la despoblación total de la isla fue motivada por motivos económicos. Estos motivos no son otros que el cierre de la única explotación minera de la isla, seguido por todos los sectores y actividades que dependían directa o indirectamente de ella. Muchas personas perdieron de esta forma su empleo y, como consecuencia, familias enteras se vieron obligadas a abandonar la isla.

Hashima contaba con habitantes desde el año 1887, año en el que se descubrió una veta de carbón en el subsuelo marino. Fue a partir de 1890 cuando podemos decir que comienza la verdadera explotación de la isla, ya que coincide con la compra de la isla por parte de la empresa Mitsubishi. Comienza así el proceso de llegada de trabajadores y sus respectivas familias a la isla.

La parte negra de la historia de la isla la encontramos en el año 1941 en plena guerra mundial. Seiscientos presos coreanos y otro número indefinido de presos chinos eran trasladados a la isla para trabajar forzosamente en la explotación. Estos presos fueron víctimas de numerosos accidentes, enfermedades o malnutrición.

Fue a finales de los años 60, y coincidiendo con la sustitución del petróleo por el carbón como recurso energético, cuando muchas minas de carbón comenzaron a cerrar en Japón. En 1974 le llegó el turno a Hashima, que anunció oficialmente el cierre de la mina y con ello la despoblación progresiva de la isla.