El lugar por excelencia para disfrutar del flamenco en toda su magnitud es en los tablaos como el de Jardines de Zoraya (Granada), donde se crea y se improvisa. Donde los artistas se expresan y sienten la pasión de este arte, y los espectadores pueden apreciar este arte.
Una increíble fusión de música, voz y baile que lo hacen único y que le valieron el reconocimiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2010. Un arte que, aunque no lo parezca, tiene mucho de improvisación, ya que los músicos, bailaores y cantaores intentan siempre expresar su sentimiento más profundo a través de su cara, su cuerpo y su voz. Y, sin duda, esta es una de las principales características del flamenco.
Pero, ¿sabes cuál es el origen del flamenco y cómo nació? Sigue leyendo.
Origen del flamenco: ¿Dónde y cuándo nació?
El flamenco es una expresión artística que surgió de la combinación de la cultura andaluza con multitud de influencias culturales, como la judía, la árabe y la de los gitanos. Una manifestación musical que, con el tiempo, ha terminado convirtiéndose en un arte universal.
Pero si el lugar donde nació resulta obvio, no está tan claro el momento en que lo hizo. Y es que no surgió en un año concreto, sino que fue creándose de manera progresiva, a través de todas las mezclas de culturas y es desde hace 200 años aproximadamente cuando empieza a manifestarse de una manera muy similar a como lo conocemos hoy. Los expertos coinciden en que fue hacia el siglo XVIII cuando empezó a denominarse como “flamenco”.
Con lo cual, podemos decir que el flamenco es un género musical muy joven. Eso sí, existen noticias registradas sobre el año 1770 en las que se habla sobre los cantes y bailes de los gitanos en algunas fiestas y celebraciones, que constituyen el germen de lo que hoy conocemos como flamenco. Incluso en 1613, Cervantes, en su obra “La Gitanilla” ya hablaba de este tipo de bailes.
Siglo XV: los inicios del flamenco
En torno al siglo XV, llegan a España los primeros gitanos a través de Francia, asentándose la mayor parte de ellos al sur de la Península, donde convivieron con árabes y judíos, cuyas costumbres y manifestaciones culturales compartieron varios siglos, intercambiando y mezclando formas musicales. En aquel entonces los gitanos eran un pueblo errante y desperdigado procedente de la India que se fue expandiendo por Europa, llegando a España en busca de climas más cálidos.
La extracción de los romances de tres o cuatro versos hizo que aparecieran las tonás primitivas, el polo y la caña, que comparten melodía y métrica pero que se desarrollan de manera distinta. El acompañamiento de la guitarra las hizo bailables. Todo apunta a que su origen estuvo en Ronda y que desde allí llegaron al arrabal sevillano de Triana, donde dieron lugar a la soleá.
Del cante de los soleares y los corridos en fiestas y celebraciones aparecieron los jaleos en la zona de Triana, que posteriormente llegarían hasta la zona de Extremadura y que en Utrera y Jerez dieron lugar a las bulerías, desde donde se expandieron por toda la Baja Andalucía, apareciendo un amplio abanico de variantes locales.
Siglo XVII: la difusión del fandango
En el siglo XVII, el fandango era el cante y el baile más extendido por toda la Península y con el tiempo terminaría dando lugar a diversas variantes locales y comarcales, sobre todo en la zona de Huelva. En la Alta Andalucía y zonas fronterizas, los fandangos eran acompañados de un compás regular que invitaba al baile y de cuyo nombre procede el estilo “abandolao”. Es así como apareciendo los zánganos de Puente Genil, los fandango de Lucena, las rondeñas, las malagueñas primitivas, las jaberas, los verdiales, la granaína, los jabegotes, el chacarrá, la taranta y el taranto.
Con la gran difusión experimentada por las sevillanas en la Baja Andalucía, el fandango fue perdiendo poco a poco su papel de soporte del baile, dando lugar a un mayor lucimiento y libertad en el cante, apareciendo de esta manera un amplio abanico de fandangos de creación personal.
Por otro lado, los campesinos andaluces, sobre todo en las provincias de Andalucía Oriental, se fueron a vivir a los yacimientos mineros de la provincia de Murcia, donde las tarantas y los tarantos fueron evolucionando.
Siglo XIX: el flamenco traspasa el ámbito privado
No sería hasta el siglo XIX cuando se empezaron a realizar las primeras apariciones públicas. Hasta el momento, el flamenco se había desarrollado dentro del ámbito privado, en contextos de trabajo o de reuniones familiares. Por eso, sus creadores fueron aquellos que cantaban mientras trabajaban en el campo, en la mina y en la fragua; en celebraciones familiares; o el cliente de la taberna que animaba el ambiente.
Con lo cual, el origen del flamenco hay que buscarlo en el momento en que un cantaor siente algo y lo expresa cantando. La personalidad rebelde e individualista del andaluz y del gitano y sus condiciones sociales adversas, ante las frustraciones y la injusticia, necesita liberarse con el cante, reflejando sus alegrías y sus penas.
Durante el auge de los cafés cantantes, algunos de estos cantes dejaron de estar unidos al baile y tomaron un compás libre. Loa cafés cantantes eran unos amplios salones llenos de sillas y mesas, y con tablaos en los que los gitanos realizaban actuaciones de flamenco. Un proceso en el que Antonio Chacón jugó un papel protagonista, creando versiones preciosistas de granaínas, malagueñas y cantes mineros.
Ya en 1922, se celebra en Granada el concurso de cante jondo, lo que hizo que el flamenco se empezara a llevar tanto a las salas de teatro como a otros escenarios de gran capacidad. De esta forma, el flamenco entra en una fase de “dignificación” del cante flamenco, convirtiéndose los músicos, bailaores y cantaores en guardianes del compás, en conservadores de este arte.
Es así como el flamenco ha llegado hasta la actualidad, pudiendo verlo tanto en las fiestas populares como en los tablaos, en los teatros y en las plazas de toros. Pero además, el flamenco ya no tiene fronteras, porque el arte no las tiene y el reconocimiento del flamenco como arte único y atractivo es evidente e indiscutible.
Un arte que nace del propio pueblo y que tiene una evidente raíz folclórica, sobre todo al pasar por las gargantas de creadores puntuales que han terminado por convertirlo en un arte que goza de expectación y admiración en todo el mundo.
¿No nos digas que no te han entrado ganas de disfrutar de un emocionante espectáculo de flamenco? Si es así, puedes hacerlo en Tablao Jardines de Zoraya, un lugar privilegiado en el mismo corazón del Albaicín.