A estas alturas de la película, todos los españoles somos conscientes de la cruda realidad a la que nos enfrentamos desde hace unos años. La crisis ha apretado las tuercas a varios sectores relacionados con la cultura: el cine, el teatro, la música, los libros, etc. También es cierto que existe una sombra que se cierne sobre estas áreas por sus modelos de negocio.
Hay muchos usuarios de internet que han aprovechado las posibilidades que nos brindan las nuevas tecnologías para traficar con las obras de miles de autores, directores de cine, músicos… no, la cultura no debe tener un precio prohibitivo pero tampoco debe ser gratis. Es tan simple como entender que cada cosa tiene su precio y esa cuantía no la debe imponer un gobierno o un grupo de entendidos sino que debe ser consensuado por profesionales de estos sectores, políticos y ciudadanos de a pie.
Desde mediados del s. XVIII y concretamente en el s. XIX, la cultura comenzó a ser accesible a todos los ciudadanos, sin distinción alguna de estatus social, raza o género. Entonces debemos preguntarnos: ¿vamos para atrás? Está comprobado que si se bajan un poco los precios de la cultura, se consume más. La prueba de ello está en el cine y las múltiples medidas que muchas de las salas están ofreciendo últimamente. Si una entrada de cine cuesta 6 o 7 euros y no hay otra manera más barata de ir a una proyección, la gente preferirá descargarsela gratis de internet. Es duro para todos los que valoramos la cultura, pero es así. Ahora bien, si las entradas de cine bajan 2 €, el panorama cambia completamente: vemos salas completamente llenas incluso un lunes o un martes.
Lo mismo ocurre en el deteriorado mundo de las editoriales. Hay empresas que han sabido adaptarse a las tesituras de la conjunción entre nuevas tecnologías y obras literarias. Este es el caso de editoriales tan conocidas como Ediciones Albores, que ha sabido adaptar su catálogo de libros al mundo de la web, los libros electrónicos y todo lo que encierra el siglo en el que estamos. Además de esto, se facilita la entrada a este mundo a escritores noveles. Digamos que para que este cambio surta efecto es necesario lo que esta y otras editoriales están haciendo: intentar ajustar el sector por completo, no solo un estadío del mismo.
Debemos ser conscientes de que la cultura es para todos. Ya quedó atrás aquel tiempo en el que las obras culturales solo eran accesibles a la burguesía y la aristocracia.